La historia de Linux

  El nacimiento de Linux en 1991, creado por Linus Torvalds, un joven estudiante de informática de la Universidad de Helsinki, es un episodio fundamental en la historia de la tecnología que no puede entenderse sin el contexto del movimiento del Software Libre previo. A principios de la década de 1980, el panorama informático estaba virando hacia el software privativo y cerrado, con opciones principales como MS-DOS, limitado y completamente propietario, y UNIX, potente pero costoso y exclusivo. Restringían la libertad de los usuarios para entender, modificar y compartir el software. En respuesta a esto, el programador Richard Stallman fundó la Free Software Foundation y lanzó en 1983 el Proyecto GNU, una iniciativa visionaria cuyo objetivo era crear un sistema operativo completo compuesto enteramente de software libre, definido por cuatro libertades esenciales: la libertad de usar el programa, de estudiar su funcionamiento y adaptarlo, de redistribuir copias y de mejorar el programa y hacer públicas esas mejoras. Para 1990, el proyecto GNU, bajo el paraguas de la Licencia Pública General (GPL) que Stallman creó para proteger estas libertades, había desarrollado casi todas las herramientas necesarias para un sistema operativo (compiladores, editores, bibliotecas). Sin embargo, le faltaba el componente central, el núcleo o kernel, llamado Hurd, cuyo desarrollo se encontraba estancado.

  Paralelamente, sistemas como MINIX, creado por Andrew S. Tanenbaum con fines educativos para enseñar el funcionamiento de los sistemas operativos, aunque inspiradores, tenían licencias restrictivas que limitaban su modificación y distribución. En este escenario, Linus Torvalds, buscando una alternativa libre y accesible, comenzó a trabajar por hobby en su propio kernel, inspirado por MINIX pero con la ambición de superar sus limitaciones. El hecho desencadenante fue su frustración por no poder acceder a las capacidades completas de su nuevo ordenador con procesador Intel 386. El 25 de agosto de 1991, Torvalds anunció su proyecto en un foro de Usenet con un ya legendario mensaje donde declaraba que era sólo un hobby y que "no sería grande ni profesional como GNU". Este anuncio marca el nacimiento conceptual de Linux. Weeks later, el 17 de septiembre de 1991, hizo pública la versión 0.01 del código fuente. La decisión crucial que transformó este proyecto personal en un fenómeno global fue que Torvalds decidió licenciarlo bajo la GPL de Stallman. Esta licencia permitió que el kernel de Torvalds se fusionara con las herramientas del Proyecto GNU, creando así por primera vez un sistema operativo completo y totalmente libre: GNU/Linux (una denominación que reconoce la deuda fundamental con el proyecto de Stallman). Este punto marcó un cambio radical: en vez de depender de una sola empresa, el software podía desarrollarse de manera colaborativa. Bajo este modelo de desarrollo colaborativo y abierto, miles de programadores de todo el mundo comenzaron a contribuir al código, perfeccionándolo a una velocidad imposible para cualquier compañía cerrada.

  Linux nació, por tanto, de una confluencia de factores: una necesidad técnica específica, una curiosidad académica profunda, una filosofía de compartición representada por el Software Libre y la oportunidad histórica que brindaba Internet incipiente para coordinar una comunidad global de desarrolladores. A lo largo de su historia, Linux demostró su relevancia en ámbitos clave, convirtiéndose en la base de la mayoría de los servidores que sostienen Internet, de las supercomputadoras más poderosas del mundo y de sistemas críticos. La razón por la que la gente debería considerar empezar a usarlo hoy en día es multifacética. En primer lugar, ofrece libertad y control absolutos sobre el sistema, permitiendo al usuario personalizarlo, entenderlo completamente y escapar de las limitaciones de licencias costosas, sin estar sujeto a las decisiones unilaterales de una corporación. En segundo lugar, es renowned por su seguridad, estabilidad y eficiencia, siendo capaz de revitalizar hardware antiguo que otros sistemas operativos considerarían obsoleto. En tercer lugar, prioriza la privacidad del usuario por defecto, evitando la recolección masiva de datos de telemetría tan común en el software privativo. Además, es de costo cero, no solo en su adquisición sino en todas sus actualizaciones y en la vasta mayoría de su software, y ofrece una enorme variedad de distribuciones (como Ubuntu, Fedora o Linux Mint) adaptadas a todo tipo de usuarios, desde los más noveles hasta los expertos.

  Esta adopción de Linux y del software libre en general representa también una postura crítica frente al apoyo a los monopolios tecnológicos. Un ecosistema digital dominado por uno o pocos actores, como Microsoft, Apple o Google, conlleva riesgos profundos para la sociedad. Fomenta la pérdida de soberanía y elección del usuario y de las naciones, que se ven forzadas a aceptar condiciones, precios y funcionalidades impuestas sin alternativas reales. erosiona la privacidad al establecer modelos de negocio que dependen de la monetización de los datos personales de los usuarios. promueve la obsolescencia programada y restringe el derecho a la reparación y modificación, creando "jardines vallados" que limitan la innovación, la propiedad real del dispositivo y acentúan las desigualdades digitales. crea vulnerabilidades sistémicas, ya que la homogeneidad de software lo convierte en un blanco único y masivo para el malware, y genera una dependencia peligrosa para países e instituciones, que ceden su autonomía tecnológica y su seguridad a intereses corporativos privados y a menudo extranjeros.

  En cambio, Linux representa una alternativa construida colectivamente, basada en la transparencia, la colaboración y la soberanía tecnológica. Por todo ello, apoyar y utilizar Linux trasciende lo meramente técnico; es un acto de defensa de un internet más abierto, diverso y ético, un voto a favor de la libertad de elección, la privacidad individual y la soberanía tecnológica colectiva. Es una decisión política y cultural que significa apostar por un modelo en el que la tecnología esté al servicio de la comunidad y no de intereses corporativos, y un rechazo consciente a las estructuras monopolísticas que concentran poder, limitan la innovación y comprometen las libertades fundamentales en el espacio digital. La importancia de figuras como Linus Torvalds, Richard Stallman, Andrew Tanenbaum y miles de desarrolladores anónimos demuestra que los grandes avances tecnológicos no dependen necesariamente de una empresa con recursos millonarios, sino de la voluntad colectiva de compartir el conocimiento. En definitiva, adoptar Linux no es solo elegir un sistema operativo distinto, sino participar de una forma de pensar la tecnología que defiende la libertad, la innovación y el derecho de las personas a tener control sobre sus propias herramientas digitales.

 

Obey Linux de "simpletoker" en DeviantArt 

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El surgimiento de Linux en 1991, de la mano del joven estudiante Linus Torvalds, es uno de esos momentos que cambian la historia de la tecnología. Lo que nació como un experimento personal pronto se convirtió en el núcleo de un movimiento global que hoy sostiene gran parte de Internet, miles de supercomputadoras y millones de dispositivos en todo el mundo. Pero lo que vuelve a Linux realmente relevante no es únicamente su éxito técnico, sino la manera en que encarna una idea diferente sobre qué debería ser la tecnología: un bien común que todos puedan usar, entender y mejorar, en lugar de un producto cerrado controlado por unas pocas empresas.

Durante la década de 1980, la informática estaba dominada por software privativo: programas que solo podían usarse bajo ciertas condiciones, que no permitían ver cómo estaban hechos ni mucho menos modificarlos o compartirlos. En ese escenario apareció el movimiento del Software Libre, impulsado por Richard Stallman, que defendía algo muy simple pero revolucionario: los usuarios deben tener la libertad de usar un programa como quieran, estudiarlo, modificarlo y compartirlo. Esa filosofía dio origen al Proyecto GNU, que buscaba construir un sistema operativo libre. Faltaba solo una pieza: el núcleo que hiciera funcionar todo. Y esa pieza fue justamente la que aportó Torvalds con Linux, combinando su trabajo con el de GNU y dando origen al sistema que hoy conocemos como GNU/Linux.

Lo que siguió fue un ejemplo notable de cooperación. Miles de programadores de distintas partes del mundo comenzaron a aportar mejoras y soluciones, creando una comunidad de desarrollo abierta que permitió que Linux creciera y se fortaleciera a una velocidad imposible para cualquier empresa privada. Ese mismo carácter abierto es lo que hace que Linux sea más seguro, más estable, capaz de funcionar en computadoras viejas y, sobre todo, completamente gratuito. Pero más allá de estas ventajas prácticas, lo que Linux representa es una alternativa a la dependencia de las corporaciones que controlan gran parte de la tecnología actual. Usar Linux significa apostar por la transparencia, la colaboración y la autonomía digital.

Es justamente esta lógica la que lo convierte en una herramienta fundamental para la educación. Incluir Linux en las escuelas no sería solo una decisión económica, aunque el ahorro sería inmenso al evitar los costos de licencias de software privativo. También sería un acto de justicia social, porque pondría a todos los estudiantes en pie de igualdad: cualquiera podría llevarse el mismo sistema operativo a su casa, instalarlo sin pagar un peso y seguir aprendiendo. Pero lo más importante es lo que implica a nivel pedagógico. Enseñar con Linux no se limita a mostrar cómo usar un programa; abre la puerta a que los estudiantes entiendan cómo funciona la tecnología que usan todos los días, a que se animen a modificarla, a experimentar y a crear. En lugar de formar usuarios pasivos que dependen de lo que dicten empresas extranjeras, se forman ciudadanos críticos y creativos, capaces de pensar y transformar las herramientas digitales según sus necesidades.

Además, la incorporación de Linux en la educación fortalece la soberanía tecnológica de un país. Cuando las escuelas se apoyan exclusivamente en productos de unas pocas compañías globales, el sistema educativo entero queda atado a sus condiciones, precios y decisiones. Si mañana una empresa decide dejar de dar soporte a un programa o modificar sus políticas de uso, millones de estudiantes y docentes quedarían obligados a adaptarse sin alternativas reales. Linux rompe esa dependencia, porque al ser libre y abierto puede adaptarse a las necesidades locales, traducirse, modificarse y mantenerse de manera autónoma. Es una forma concreta de recuperar control sobre la tecnología en beneficio de la sociedad.

En definitiva, sumar Linux a la educación no es únicamente una cuestión técnica ni un detalle presupuestario: es una apuesta por un modelo de enseñanza más justo, inclusivo y libre. Significa dar a los alumnos no solo las herramientas para usar tecnología, sino también el conocimiento y la confianza para entenderla y transformarla. En un mundo donde lo digital atraviesa todos los aspectos de la vida, enseñar con software libre es, en última instancia, enseñar libertad


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